La importancia de la rehabilitación progresiva en la minería australiana
En los últimos años, la industria minera australiana ha avanzado notablemente en el cumplimiento de sus responsabilidades sociales y medioambientales, sobre todo gracias a la creciente importancia concedida a los planes de rehabilitación progresiva en las explotaciones mineras activas. Este giro refleja un cambio positivo, al integrar la restauración medioambiental como parte continua de las operaciones mineras y no como un paso final.
Estas prácticas sostenibles representan un marcado contraste con los planteamientos mineros históricos, que a menudo dejaban tras de sí un legado de yacimientos abandonados y en peligro para el medio ambiente. En la actualidad, Australia alberga aproximadamente 80.000 minas inactivasMuchas se remontan a la fiebre del oro de la década de 1850, un periodo de rápido crecimiento económico que ayudó a construir ciudades como Melbourne, pero que dejó un impacto medioambiental duradero.
A falta de una normativa para la rehabilitación de las minas en aquella época, muchos yacimientos quedaron abandonados tras la extracción de los recursos, lo que ha dado lugar a problemas medioambientales persistentes en la actualidad. Estas minas abandonadas contribuyen a la contaminación por polvo, la erosión del suelo y la contaminación de las vías fluviales por metales pesados y otros contaminantes, lo que subraya la importancia crítica de las actuales prácticas sostenibles en la industria.

El impacto duradero de las minas abandonadas subraya la necesidad crítica de una rehabilitación continua. En las regiones afectadas por la minería histórica, los gobiernos estatales siguen ocupándose de los legados medioambientales dejados atrás, emprendiendo proyectos de rehabilitación complejos y costosos. A menudo, estos esfuerzos implican la eliminación de materiales tóxicos, la estabilización de los residuos mineros y la restauración de los hábitats naturales.
La rehabilitación proactiva es esencial, no sólo para hacer frente a los riesgos medioambientales inmediatos, sino también para apoyar la salud ecológica a largo plazo de las zonas que rodean las explotaciones mineras. El compromiso de la industria con la reducción de su huella medioambiental queda patente en el mandato de aplicar prácticas de rehabilitación progresivas en todas las explotaciones mineras activas, garantizando un uso responsable del suelo y la sostenibilidad.
Retos de la gestión del agua en el cierre de minas
Las cuestiones relacionadas con el agua figuran entre los impactos medioambientales más graves tras el cierre de las minas, con efectos que pueden persistir durante décadas o incluso siglos. Cuando las minas cesan su actividad, la falta de una gestión continuada puede provocar la acumulación y liberación de agua contaminada, lo que supone riesgos significativos para los ecosistemas y las comunidades cercanas. Una de las principales preocupaciones es drenaje ácido de minas (DAM)La sulfuración es una reacción en la que los minerales sulfurosos de las superficies rocosas expuestas interactúan con el aire y el agua para producir ácido sulfúrico. A continuación, este ácido lixivia los metales pesados de la roca circundante, creando una mezcla tóxica que puede contaminar los ríos, lagos y aguas subterráneas cercanos.
Un ejemplo que pone de relieve estas cuestiones es un Estudio de 2017 por el Dr. Ian Wright, destacado científico australiano especializado en el agua. Su investigación sobre Berrima Colliery, una mina de carbón abandonada en Nueva Gales del Sur que se encuentra bajo "cuidado y mantenimiento" desde 2013, reveló que el yacimiento estaba liberando alrededor de 1.000 millones de euros al año. 30 litros de agua cargada de metales pesados por segundo al río Wingecarribee, lo que equivale a una piscina olímpica de agua tóxica vertida cada día. Este estudio subraya los problemas que sigue planteando la contaminación del agua en los yacimientos mineros cerrados.

El agua vertida por la mina de Berrima contiene concentraciones peligrosamente elevadas de metales pesados, como zinc, níquel y manganeso, elementos conocidos por sus efectos nocivos para la salud humana y los ecosistemas acuáticos. Por ejemplo, los niveles de zinc son más de 120 veces superiores a los normales, lo que supone una grave amenaza para el equilibrio ecológico del río. Estos contaminantes degradan la calidad del agua y se acumulan en los sedimentos y organismos del río, provocando daños ecológicos duraderos.
El impacto de esta contaminación va mucho más allá del entorno inmediato. Como parte de la captación de agua potable de Sydney, el río Wingecarribee podría afectar a la salud de millones de personas que dependen de él como fuente de agua. Las comunidades pesqueras locales también están preocupadas, ya que los metales pesados se bioacumulan en la cadena alimentaria, afectando a poblaciones de peces esenciales para la nutrición y el sustento. El pescado contaminado presenta riesgos directos para la salud de los consumidores, que pueden ingerir sustancias tóxicas sin saberlo.
Este caso pone de relieve el impacto potencial a largo plazo de la minería en los recursos hídricos, subrayando la necesidad de una gestión y un tratamiento sólidos del agua en los planes de cierre de minas. Sin estas medidas, las minas abandonadas podrían seguir amenazando la salud pública, los ecosistemas y las economías locales durante generaciones.
Estrategias integrales de gestión del agua de Mintek
